miércoles, 26 de octubre de 2016

Todo para Torrelodones, pero sin Torrelodones

Decía Carlos III que sus vasallos eran “como las criaturas que lloran cuando se les lava la cara”. El que dicen que fue el mejor alcalde de Madrid sin duda que albergaba buenas intenciones, pero, en sintonía con el despotismo ilustrado del siglo XVIII, hizo suya la idea de que había que hacer todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

El desafortunado modelo de aceras pintadas
En mayo de 1761 el monarca implantó por las bravas una serie de normas para mejorar la higiene y la limpieza de las calles de Madrid. Claro, que hace de aquello tres siglos y medio y las maneras de actuar de los que ostentan el poder deberían haber cambiado con el paso de los años.  No sabemos a qué partido se afiliaría Carlos III de vivir en la actualidad, pero si en aquel tiempo hubiéramos existido, los socialistas nos hubiéramos opuesto a las maneras un tanto avasalladoras con que implantó unas reformas que, sin duda eran necesarias. Trescientos y pico de años después, nos encontramos con gobernantes que intentan imponer su criterio. Y digo imponer, porque es lo que ha sucedido en nuestro pueblo con las desacertadas reformas de nuestras aceras que ha llevado a cabo Vecinos por Torrelodones sin tener en cuenta a los destinatarios de esas obras, todos los vecinos y los comerciantes.

Ya en nuestro programa electoral, concretamente en su punto 14, recogíamos el compromiso de destinar un mínimo del 35% del presupuesto de inversiones a la renovación de las vías públicas (asfaltado, acerado y mobiliario urbano) y al fomento de la viabilidad peatonal. Además, quiero dejar claro que a los socialistas nos gustan las zonas peatonales, de hecho hemos aplaudido actuaciones como la que se en su momento se llevó a cabo en la calle Real  y abogamos porque el peatón recupere
espacios públicos. En lo que no estamos en absoluto de acuerdo es en la manera en que se han abordado las obras por parte del equipo de gobierno. Todas las cosas necesitan un orden y, en este caso, se han hecho al revés. A nadie se le escapa que la recuperación de espacios públicos para los peatones en detrimento de los coches es una medida que, a la larga, beneficia tanto a vecinos como a comercios.

El aparcamiento de la calle Real totalmente lleno
Está claro que quienes entran a las tiendas son las personas y no los coches, pero no podemos dejar de lado que vivimos en el pueblo en el que vivimos, con unos núcleos de población absolutamente dispersos que casi hacen imprescindible el uso del vehículo privado para llegar al centro del Pueblo o la zona comercial de la Colonia. Pero no es menos cierto que si se van a eliminar plazas de estacionamiento y a dificultar el tránsito de coches, antes hay que ofrecer alternativas. Y eso es lo que no ha entendido Vecinos por Torrelodones, que sólo se ha dignado a buscar soluciones al problema que ellos mismos han creado con su cerrazón cuando la presión en la calle les ha resultado demasiado incomoda. Por no hablar de la controvertida forma de ampliar las aceras, pintándolas en lugar de ampliarlas con todas las de la ley, con una estética que es más propia de un carril de aceleración de autopista que del caso urbano de un pueblo serrano, que aunque algunos crean que somos una gran capital de la modernidad, es lo que somos.

Los socialistas creemos en un urbanismo distinto, más cercano a las necesidades del peatón, pero que no deje de lado la realidad social en que vivimos y la necesidad de ofrecer alternativas a la supresión de aparcamientos. No queremos pecar de reiterativos, pero llevamos años defendiendo que un intercambiador en la zona del antiguo vertedero puede ser la pieza clave para solucionar los problemas de tráfico y estacionamiento que padecemos. Desde el PSOE compartimos el que, hacer un pueblo más peatonal,  pero nos diferenciamos totalmente del cómo. Las obras que está llevando a cabo Vecinos por Torrelodones están mal planificadas, mal ejecutadas y carecen totalmente de sentido estético. Defendemos, además, que un caso urbano cuidado y bien arreglado es una estupenda forma de apoyar al comercio local. Nosotros apoyamos la recuperación de los espacios públicos para los peatones, pero diferimos absolutamente en la manera en que se está llevando a cabo, sin dialogo, con obras hechas a trozos, con aceras pintadas y, en general, con actuaciones muy mal ejecutadas.

Una estética más propia de una autopista que de un casco urbano
Los cambios de costumbres requieren dialogo, paciencia y humildad. Tres rasgos que le son absolutamente ajenos a un equipo de gobierno demasiado altivo y prepotente. Es inaudito que a estas alturas, como si estuviéramos en los años 60, unos representantes públicos digan que no van a hablar ni a reunirse con quienes se manifiesten en su contra. Quizá habrá que recordarles a algunos que un alcalde, o alcaldesa, lo es de todos los vecinos, de los que le votan y de los que no, de los que le aplauden y los que le cuestionan. Hablar con todos, sobre todo con quienes no estén de acuerdo con la gestión que se lleve a cabo, es la primera obligación de cualquier representante institucional, en Torrelodones también.


Expresar el desacuerdo es lícito y sano para la democracia, pero no todo vale a la hora de exponer nuestros particulares puntos de vista. El equipo de gobierno tiene la obligación de aceptar las críticas, pero las opiniones deben expresarse siempre desde el respeto y la educación, separando de manera absoluta el cuestionamiento de la acción pública de la vida privada de todos y cada uno de nosotros, incluidos los responsables políticos.