Decía Carlos III que sus vasallos
eran “como las criaturas que lloran cuando se les lava la cara”. El que dicen
que fue el mejor alcalde de Madrid sin duda que albergaba buenas intenciones,
pero, en sintonía con el despotismo ilustrado del siglo XVIII, hizo suya la
idea de que había que hacer todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
El desafortunado modelo de aceras pintadas |
En mayo de 1761 el monarca
implantó por las bravas una serie de normas para mejorar la higiene y la
limpieza de las calles de Madrid. Claro, que hace de aquello tres siglos y
medio y las maneras de actuar de los que ostentan el poder deberían haber
cambiado con el paso de los años. No
sabemos a qué partido se afiliaría Carlos III de vivir en la actualidad, pero
si en aquel tiempo hubiéramos existido, los socialistas nos hubiéramos opuesto
a las maneras un tanto avasalladoras con que implantó unas reformas que, sin
duda eran necesarias. Trescientos y pico de años
después, nos encontramos con gobernantes que intentan imponer su criterio. Y
digo imponer, porque es lo que ha sucedido en nuestro pueblo con las
desacertadas reformas de nuestras aceras que ha llevado a cabo Vecinos por
Torrelodones sin tener en cuenta a los destinatarios de esas obras, todos los
vecinos y los comerciantes.
Ya en nuestro programa electoral,
concretamente en su punto 14, recogíamos el compromiso de destinar un mínimo
del 35% del presupuesto de inversiones a la renovación de las vías públicas
(asfaltado, acerado y mobiliario urbano) y al fomento de la viabilidad
peatonal. Además, quiero dejar claro que a los socialistas nos gustan las zonas
peatonales, de hecho hemos aplaudido actuaciones como la que se en su momento
se llevó a cabo en la calle Real y
abogamos porque el peatón recupere
espacios públicos. En lo que no estamos en absoluto
de acuerdo es en la manera en que se han abordado las obras por parte del
equipo de gobierno. Todas las cosas necesitan un orden y, en este caso, se han
hecho al revés. A nadie se le escapa que la recuperación de espacios públicos
para los peatones en detrimento de los coches es una medida que, a la larga,
beneficia tanto a vecinos como a comercios.
El aparcamiento de la calle Real totalmente lleno |
Está claro que quienes entran a
las tiendas son las personas y no los coches, pero no podemos dejar de lado que
vivimos en el pueblo en el que vivimos, con unos núcleos de población
absolutamente dispersos que casi hacen imprescindible el uso del vehículo
privado para llegar al centro del Pueblo o la zona comercial de la Colonia.
Pero no es menos cierto que si se van a eliminar plazas de estacionamiento y a
dificultar el tránsito de coches, antes hay que ofrecer alternativas. Y eso es lo que no ha entendido
Vecinos por Torrelodones, que sólo se ha dignado a buscar soluciones al
problema que ellos mismos han creado con su cerrazón cuando la presión en la
calle les ha resultado demasiado incomoda. Por no hablar de la controvertida
forma de ampliar las aceras, pintándolas en lugar de ampliarlas con todas las
de la ley, con una estética que es más propia de un carril de aceleración de
autopista que del caso urbano de un pueblo serrano, que aunque algunos crean
que somos una gran capital de la modernidad, es lo que somos.
Los socialistas creemos en un
urbanismo distinto, más cercano a las necesidades del peatón, pero que no deje
de lado la realidad social en que vivimos y la necesidad de ofrecer
alternativas a la supresión de aparcamientos. No queremos pecar de
reiterativos, pero llevamos años defendiendo que un intercambiador en la zona
del antiguo vertedero puede ser la pieza clave para solucionar los problemas de
tráfico y estacionamiento que padecemos. Desde el PSOE compartimos el que,
hacer un pueblo más peatonal, pero nos
diferenciamos totalmente del cómo. Las obras que está llevando a cabo Vecinos
por Torrelodones están mal planificadas, mal ejecutadas y carecen totalmente de
sentido estético. Defendemos, además, que un caso urbano cuidado y bien
arreglado es una estupenda forma de apoyar al comercio local. Nosotros apoyamos
la recuperación de los espacios públicos para los peatones, pero diferimos
absolutamente en la manera en que se está llevando a cabo, sin dialogo, con
obras hechas a trozos, con aceras pintadas y, en general, con actuaciones muy
mal ejecutadas.
Una estética más propia de una autopista que de un casco urbano |
Los cambios de costumbres
requieren dialogo, paciencia y humildad. Tres rasgos que le son absolutamente
ajenos a un equipo de gobierno demasiado altivo y prepotente. Es inaudito que a
estas alturas, como si estuviéramos en los años 60, unos representantes
públicos digan que no van a hablar ni a reunirse con quienes se manifiesten en
su contra. Quizá habrá que recordarles a algunos que un alcalde, o alcaldesa,
lo es de todos los vecinos, de los que le votan y de los que no, de los que le
aplauden y los que le cuestionan. Hablar con todos, sobre todo con quienes no
estén de acuerdo con la gestión que se lleve a cabo, es la primera obligación
de cualquier representante institucional, en Torrelodones también.
Expresar el desacuerdo es lícito
y sano para la democracia, pero no todo vale a la hora de exponer nuestros
particulares puntos de vista. El equipo de gobierno tiene la obligación de
aceptar las críticas, pero las opiniones deben expresarse siempre desde el
respeto y la educación, separando de manera absoluta el cuestionamiento de la
acción pública de la vida privada de todos y cada uno de nosotros, incluidos
los responsables políticos.