‘No
dejes que la realidad te estropee un buen titular’. El famoso
axioma del mal periodista encaja casi perfectamente con ciertos
planteamientos que ha puesto sobre la mesa la derecha más
extremista, especialmente en materia de educación. En este terreno
podríamos cambiar el dicho periodístico por ‘no dejes que la
realidad estropee los estereotipos familiares que queremos imponer
como únicos’. En estos últimos años la sociedad occidental, y la
española también, ha cambiado a pasos agigantados. El casi
monolítico modelo de familia nuclear, papá, mamá y unos cuantos
hijos, ha sido sustituido paulatinamente por muchos tipos de familias
distintas, con unas estructuras más complejas y diversas en las que
tiene cabida casi cualquier modelo de convivencia.
UN
PRESENTE CAMBIANTE Y UN FUTURO POR ESCRIBIR
En
años muy pretéritos, cuando los primeros gobiernos municipales
surgidos de las elecciones democráticas, comenzaron a trabajar en
educación de calle, surgieron muchas voces que, a veces con mucha
vehemencia, reclamaban el casi sagrado derecho de educar a sus hijos
en sus particulares creencias. Unas voces que casi siempre surgían
del mismo lado, el religioso, y que contenían de base un mensaje
común: ‘no queremos que nuestros hijos conozcan toda la realidad,
sólo la que nosotros como padres queramos mostrarles’. Sin
embargo, la fuerza de los cambios que nuestra sociedad ha vivido en
las últimas décadas se ha demostrado imparable y ha modificado,
quizás para siempre, la manera de relacionarnos como individuos y
como integrantes de un colectivo.
En
estos años se ha hecho valer, a veces con más convencimiento y
otras con menos, uno de los principales mandatos constitucionales,
que las instituciones están obligadas a velar por el interés
superior del menor, tal como dice nuestra Constitución en referencia
a la Convención de los Derechos del Niño, que señala que en
todas las medidas concernientes a los niños que tomen las
instituciones públicas o privadas de bienestar social, los
tribunales, las autoridades administrativas o los órganos
legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será
el interés superior del niño.
Es en aras de ese interés superior por lo que desde los primeros
años de la democracia las instituciones, y muy particularmente los
Ayuntamientos, han sido elementos decisivos a la hora de hacer que
nuestra sociedad sea cada día más inclusiva, que los valores del
respeto mutuo y la tolerancia vayan poco a poco siendo absolutamente
mayoritarios.
Cuarenta
años de democracia han servido para que, cada vez más, todo el
mundo tenga su sitio en una sociedad abierta, plural y compleja como
la nuestra. Frente a quienes pretenden permanecer en unas estructuras
sociales monolíticas las instituciones, especialmente la escuela, se
han convertido en verdaderos garantes de la inclusión, frente a
quienes parecen temer a la diversidad, los propios niños y jóvenes
demuestran cada día como los prejuicios van cediendo terreno hacia
un escenario en el que nadie, ni por el color de su piel, ni sus
creencias religiosas, ni su tendencia sexual ni por el tipo de
familia en el que viva se sienta excluido.
No
ha sido un camino fácil ni sencillo, ha estado plagado de
dificultades y de resistencias que todo cambio tiene que vencer. En
ese tránsito desde una sociedad casi monocolor hacia una en la que
la diversidad es el común denominador, el mundo de la educación ha
sido y seguirá siendo fundamental. Que nuestros niños y niñas
conozcan que hay muchos tipos de familia, que hay muchas maneras de
convivir no sólo es positivo, es absolutamente necesario. Los hechos
lo demuestran: en nuestros pueblos y ciudades la expresión de la
diversidad es algo absolutamente enriquecedor para todos como
sociedad y para España como país. De todos los modelos de vida hay
algo que podemos aprender, algún elemento positivo que nos permita
mejorar como personas y como colectivo. Esconder la realidad, como el
ave que mete la cabeza debajo del ala, es un ejercicio absolutamente
inútil porque la fuerza de los hechos acaba siempre abriéndose
paso.
Muchos
dirán que son sólo palabras, pero no hay nada más poderoso que las
palabras ni nada más revolucionario que las ideas. Estamos ante un
momento en que no podemos dar nada por asentado, en que podemos
retroceder muchos pasos en un camino en el que demasiadas personas se
han dejado jirones de su vida. Afortunadamente, al menos así ha sido
históricamente, el progreso siempre acaba venciendo al inmovilismo y
a los que pretenden que involucionemos. Pero no podemos dejar de
estar alerta ni un segundo porque están en riesgo demasiadas cosas
que han costado demasiado caro conseguirlas.
Rodrigo
Bernal, candidato del PSOE a la Alcaldía de Torrelodones
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