miércoles, 13 de febrero de 2019

En cien días, todos a las urnas


El próximo 26 de mayo, dentro de cien días, todos estamos llamados a las urnas a unas elecciones municipales que va a ser absolutamente trascendentales. Lo van a ser en toda España pero en Torrelodones esa trascendencia va a ser doble: por un lado se abre un escenario político completamente nuevo en el que la actual mayoría absoluta de Vecinos por Torrelodones puede dejar de ser una realidad. Paralelamente, fuerzas políticas situadas en la derecha más extrema están preparándose para intentar llegar a las instituciones locales. Para todos los progresistas, este doble reto debería ser una importantísima llamada de atención para que nadie, absolutamente nadie, se quede en casa el 26 de mayo y acuda a expresar su posición depositando su papeleta en la urna. Es la mejor forma de que nuestra voz se escuche y nuestra opinión se tenga en cuenta.

Hace muchos años el rey Carlos III decía que sus vasallos eran “como las criaturas que lloran cuando se les lava la cara”. El monarca de quien dicen fue el mejor alcalde de Madrid sin duda que albergaba buenas intenciones, pero, en sintonía con el despotismo ilustrado del siglo XVIII, hizo suya la idea de que había que hacer todo para el pueblo, pero sin el pueblo. En mayo de un lejano 1761 el rey implantó por las bravas una serie de normas para mejorar la higiene y la limpieza de las calles de Madrid. No sabemos a qué partido se afiliaría Carlos III de vivir en la actualidad, pero si en aquel tiempo hubiéramos existido, los socialistas nos hubiéramos opuesto a las maneras un tanto avasalladoras con que implantó unas reformas que, sin duda eran necesarias. Claro, que hace de aquello tres siglos y medio y las maneras de actuar de los que ostentan el poder deberían haber cambiado con el paso de los años.

Un alcalde, o alcaldesa, lo es de todos los vecinos, de los que le votan y de los que no, de los que le aplauden y de los que le cuestionan. Hablar con todos, sobre todo con quienes no estén de acuerdo con la gestión que se lleve a cabo, es la primera obligación de cualquier representante institucional, en Torrelodones también. Por otra parte, debería quedar asentado como una de las bases de la democracia que el desacuerdo es lícito e incluso sano para la vida democrática de las instituciones.

Quien llegue a un gobierno, sobre todo en un Ayuntamiento, tiene la obligación de aceptar las críticas, de escuchar a quienes no piensan como ellos. Sin embargo esa actitud de mano tendida, de colaboración, ha faltado durante los ocho años de gobierno de Vecinos por Torrelodones, especialmente en esta segunda legislatura en la que su cómoda mayoría absoluta no ha hecho sino exacerbar unos rasgos prepotentes que, desde el primer día, han sido casi marca de la casa. El aragonés Baltasar Gracián dejó escrito que “son eternos los yerros de los príncipes, nacen comúnmente en lo más oculto de sus palacios y luego vuelven a las plazas”.

En estos últimos cuatro años en Torrelodones han abundado las señales de una de la enfermedades más habituales entre los poderosos, la soberbia. Una dolencia que se agrava especialmente si viene acompañada de su hermana la prepotencia. Abundan también los administradores de lo público que se jactan de no hacer política, cuando ejercen esa tarea a diario. Los pretendidos buenos gestores de lo ajeno a los que, cual si fueran tocados por un divino dedo, nada se puede objetar sobre su administración.

Dentro de cien días tenemos en la mano la más poderosa de las armas contra los adalides de las pretendidas nuevas formas de la política, aquellos que se arrogan la exclusiva patente de representación de sus convecinos, los que advierten a cada paso que ellos y sólo ellos son los ungidos de la legitimidad democrática. Los pretendidos regeneradores de la vida pública que levantan muros frente los que osan ya no a discrepar, sino simplemente a no comulgar con el pensamiento único.

Metense a querer dar gusto a todos, que es imposible, y vienen a disgustar a todos, que es más fácil”, decía Gracián hace más de cuatro siglos, como si previera los modos y maneras de desenvolverse en asuntos en los que prefieren ponerse de perfil, asuntos que afectan a la vida de las personas pero que, por aquello de ser supramunicipales, se permiten el lujo de pasar de puntillas.
En nuestra mano está que los pretendidos regeneradores de la política, los que arribaron al puerto del gobierno de nuestro pueblo a bordo de una nave que iba a ser el asombro de propios y extraños y que han dado muestras más que sobradas de su manifiesta incapacidad para encajar un elemento que está indisolublemente unido a la acción de gobierno, la crítica, tengan que bajarse de su pedestal y avenirse a negociar, a dialogar y a llegar a puntos de entendimiento.
La cita del 26 de mayo, dentro de cien días, es una oportunidad de oro para que en nuestro pueblo comience una nueva era en la que se destierren la prepotencia y la soberbia y den paso al consenso y la voluntad de acercar posturas con el único objetivo de mejorar la vida de nuestras vecinas y vecinos.


Rodrigo Bernal
Candidato del PSOE a la Alcaldía de Torrelodones

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